La esfera de la inmaterialización del arte

Primer ensayo:

 

 

Hyper-moralidad.

El ascenso de Trump al poder ha desatado una reacción de los artistas, quieren sabotear, re-educar, demostrar en contra de las actitudes de Trump. El registro de las peticiones son diversas. En su mayoría se tratan del siguiente mensaje. Trump encarna la antípoda de los valores que comparte la comunidad artística. La bilateralidad con la cual esta relación es presentada, por un lado, los artistas, por el otro lado, Trump; esconde muchos aspectos que han desarrollado el mundo del arte las dinámicas comerciales del mundo del arte.

Por primera vez en la historia contemporánea de la política de la Casa Blanca, un miembro de la familia presidencial tiene contacto directo con el mundo del arte. Ivanka colecciona arte. No es coincidencia, sino el producto de las relaciones que el mundo del arte ha mantenido interrumpidamente con la “power class” americana, en especial, en un lugar donde se crean los imaginarios de artistas y galerías de arte: Nueva York.

No merece mucha atención, explicar detalladamente que en primera instancia la colección de arte, o la relación con el arte funciona dentro del sistema social de individuos, considerados como high networth, como una forma de identificación afectiva que ayuda al afianzamiento de relaciones personales y de negocios. Si mi futuro vecino o socio tiene el “gusto” (taste) y la capacidad económica de colgar en su casa un Anish Kapoor, puedo deducir que hay similitudes económicas y de interés, que ofrecen acceso a los mismos bienes que son de lujo. Una obra de arte bien colgada en la pared del apartamento de Manhattan es una luz verde para construir una serie de relaciones afectivas inmediatas y sólidas.

Junto a la identificación afectiva que origina la colección de arte, se debe sumar la posibilidad de identificación a partir de la acción filantrópica. Donar obras de artes a museos, o instituciones, es también una actividad propia de la power class americana. En un nivel más reservado, coleccionar arte es también un manejo de patrimonio. En la mayoría de los casos las colecciones son portafolios de inversión.

Ya sea gracias a la identificación afectiva, la identificación filantrópica o el gusto por la inversión en el arte, Nueva York ha sido desde los sesenta el crisol geográfico entre el mundo cultural y los poderes económicos neoliberales. Al mismo tiempo, Nueva York es la quimera de un mundo cultural ataviado de artistas que buscan el éxito, curadores, art advisors, etc. Hasta la elección de Donald Trump como presidente, han sido escasas, o no recuerdo ninguna, cruzadas morales encabezadas por los artistas para la salvación del alma liberal.

La dimensión de la batalla me parece sospechosa, no por la legitimidad de sus peticiones, sino por el momento en que ésta se desenvuelve. La elección de Trump devela las constantes transacciones del mundo del arte con el neoliberalismo. Parece que los artistas y sus galeristas de repente hubiesen sido sorprendidos frente a la comunidad global, cuando, por ejemplo, Ivanka posa con sus hijas y al fondo cuelga una obra de David Ostrowski. Como si les diese vergüenza repentina de desnudar los modos sociales en los que el arte ha convivido en las últimas décadas; –o hábilmente- tengo la sensación, la cruzada es además una nueva estrategia comercial. En los últimos meses se han creado una gran cantidad de obras con el tema anti-trump (tuve que ver algunas en las feria Untitled de Miami).

Una de las razones por las cuales la cruzada moral de los artistas tiene problemas ideológicos, es la relación artista-galería. Durante la venta de una obra hay una relación exclusiva. Artistas pueden exigir a la galería no vender una obra a determinada persona, así como las galerías pueden tomar la misma decisión, y pueden someter al comprador a ciertos criterios. Artadvisors también se someten a esta misma “ética” de control de venta de obra. Pareciese que hasta su elección como presidente, a pocos artistas les hubiese molestado que su obra la hubiese comprado Ivanka Trump.

La solución para este dilema moral del mundo del arte, (en su aspecto comercial y de imaginarios con Nueva York) no está a la mano. La discusión debe tener otros aspectos, como admitir que el mundo del arte origina transacciones con el neoliberalismo. Por ahora, irónicamente, una solución sería que Ivanka comience a coleccionar el maravilloso arte mexicano.

– J. Sanguino